Siembran en mi güertu

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Escuchar el silencio...

Este año mis convecinos del valle de Peón me invitaron a participar en el programa de fiestas aportando una de mis fotografías y un texto con libertad creativa absoluta. La fiesta termino regada de un rotundo éxito y por cómo no una buena tormenta, finalmente todos bailaron contentos bajo la lluvia y disfrutaron de una velada maravillosa.

Mi impronta fue esta:
                                                                                  
     Escuchar el silencio

     Dicen que la gente es de donde pace y no de donde nace, un dicho que algún urbanita no inventó sin lugar a dudas. Qué sabrán en la urbe de los pastos, del ganado o del verde del monte, del olor de la hierba recién segada o del rocío de la mañana.  A mí, un residente y exiliado voluntario de los semáforos, se me antoja difícil comprender la elección de vivir entre el bullicio de la City y no optar de forma natural por el silencio de las noches quebrado si acaso por el callado vuelo de alguna lechuza y su canto siniestro, por esos ladridos lejanos que se propagan con onda expansiva a largo del valle… Porque la ciudad es un murmullo constante que solo los que tenemos la suerte de dejar de sentir en nuestro refugio podemos adivinar. No es complicado olvidarse del asfalto, de pasos de cebra, semáforos, comercios, gente y más gente, del camión de la basura y de la velocidad de la ciudad y su cadencia que por pequeña que sea te arrastra consigo sin dejarte echar el freno y acostumbrarse por ende al compás de los eucaliptos y su danza hipnótica al son del viento, al crepitar de las  ascuas en la chimenea cuando en invierno la tarde languidece fría y serena, a las siestas bajo el hórreo en esas tardes donde parece que el tiempo se detiene para dejarte respirar profundo mientras tu cuerpo es mecido por la hamaca con su vaivén. Ya me queda lejos la melancolía de escuchar las gaviotas al amanecer, la vida ha sido generosa conmigo y ahora son las urracas, algún jilguero, los gorriones, pinzones, raitanes y un largo etcétera de trinos los que me dan los buenos días.
     Gracias a los grandes amigos y vecinos que me ha regalado esta vida de neorural en la que soy feliz.
     Sí, puedo afirmar rotundamente que si se es de donde se pace yo me enorgullezco de sentirme un rumiante más de esta manada o de este rebaño que somos en Peón.

Xurde