Gulpiyuri, el paraiso perdido

Hacía ya unos 13 años que no visitaba la playa de Gulpiyuri, y un domingo de este verano que me levante con ganas de salir a dar una vuelta en moto, metí en el baúl la cámara, unas toallas y los bañadores, fuimos a comer a Lastres, y continuamos el camino dirección a Llanes, una vez que pasamos Ribadesella empecé a pensar en un sitio donde reposar la comida y bañarnos. Recordé que hacia muchos años que no iba a Gulpiyuri, esa minúscula playa donde parece que la tierra haya querido robar un trozo de mar para disfrutarlo ella sola. Siempre la había recordado como un sitio muy tranquilo, lejos de todo, con un camino no apto para vehículos y donde el "genero" de la playa lo marcaba el primero que llegase (textil o nudista). Cuando ya conseguí encontrar el camino que nos llevaría a ella empezó a extrañarme el cruzarme en la pequeña caleya con dos o tres coches, pero solo pensé que llegaba a deshora, cual fue mi sorpresa cuando llegué al lugar donde se aparca (un pequeño cruce de dos caminucos donde entran cuatro coches apretados) y estaba lleno además de ser mayor de lo que yo había conocido años atrás. En ese mismo sitio y para que nadie se despistase había un cartel indicando que la playa que te disponías a "visitar" estaba declarada patrimonio natural del Principado de Asturias. La cara de poker con que me quede debía de ser para enmarcar, dejamos todos los aperos moteros en el baúl y con la mochila a la espalda nos dirigimos a la playina, nos cruzamos con varias personas que volvían lo cual era normal dado que el "parking" estaba lleno, lo único que me pareció raro y alarmante era que nadie llevaba mochila, toalla, traje de baño ni desvelaban estigma alguno que los relacionase con la playa, es más vimos a una chica que llevaba unos tacones con los que sin duda alguna drenó el prau que llega a la playa. Por fin llegamos a la playa y la verdad que me pareció tan exótica como recordaba, estaba acercándose la pleamar, en la arena de la playa había cinco adultos y un niño, lo cual no cuadraba con el parking, solo cuadraba cuando contabas a toda la gente que estábamos sacando fotos desde todos los ángulos posibles como si fuese el hemiciclo de un teatro griego. En fin a estas alturas a mi ya se me habían quitado las ganas de bañarme e imagino por otra parte que los valientes que estaban allí tomando el sol se “quemasen” más con los “flasazos” de las visitas que recibieron que con el sol.

Siempre nos quedara el invierno…