Soy de esos que
me cuesta no animar en las ilusiones, no alentar los proyectos ajenos como si
fuesen propios, emborracharme de alegría porque a mi alrededor las cosas vayan
BIEN.
Hace poco estuve
con lo que yo denomino un “chupa-energía”,
este ser es aquel que jamás estimula el ego del prójimo, esgrimiendo siempre en
un discurso unilateral sus victorias a la
vida, su crecimiento por encima de los demás, su, su, su… es tan cansino que llegado un punto no se te ocurriría
escupir una palabra desde lo más profundo de la garganta, el chupa-energía no escucha, solo se oye a sí
mismo, siente como sus palabras fluyen con dialéctica APLASTANTE, como te va
haciendo pequeño e insignificante, como crece en su crítica, su luz es
infecciosa, se cuela por los oídos y avanza alumbrando y quemando, deslizándose
como una serpiente por la glotis, hasta que al fin te muerde el corazón. El
chupa-energía tiene un veneno denso, neurotóxico, empodrece el alma de adentro
a fuera, te deja sin fuerza, sin ánimo, lo quiero, lo quiero lejos…
Amargo y frío…, como este limón en una mañana de invierno, así
es el chupa-energía… Aléjate de mi, que no te extrañe mi ausencia.