Este año mis convecinos del valle de Peón me invitaron a
participar en el programa de fiestas aportando una de mis fotografías y un
texto con libertad creativa absoluta. La fiesta termino regada de un rotundo éxito y
por cómo no una buena tormenta, finalmente todos bailaron contentos bajo la lluvia y
disfrutaron de una velada maravillosa.
Mi impronta fue esta:
Escuchar el silencio
Dicen que la gente es de donde pace y no
de donde nace, un dicho que algún urbanita no inventó sin lugar a dudas. Qué
sabrán en la urbe de los pastos, del ganado o del verde del monte, del olor de
la hierba recién segada o del rocío de la mañana. A mí, un residente y exiliado voluntario de
los semáforos, se me antoja difícil comprender la elección de vivir entre el
bullicio de la City y no optar de forma natural por el silencio de las noches
quebrado si acaso por el callado vuelo de alguna lechuza y su canto siniestro,
por esos ladridos lejanos que se propagan con onda expansiva a largo del valle…
Porque la ciudad es un murmullo constante que solo los que tenemos la suerte de
dejar de sentir en nuestro refugio podemos adivinar. No es complicado olvidarse
del asfalto, de pasos de cebra, semáforos, comercios, gente y más gente, del
camión de la basura y de la velocidad de la ciudad y su cadencia que por
pequeña que sea te arrastra consigo sin dejarte echar el freno y acostumbrarse
por ende al compás de los eucaliptos y su danza hipnótica al son del viento, al
crepitar de las ascuas en la chimenea
cuando en invierno la tarde languidece fría y serena, a las siestas bajo el
hórreo en esas tardes donde parece que el tiempo se detiene para dejarte
respirar profundo mientras tu cuerpo es mecido por la hamaca con su vaivén. Ya
me queda lejos la melancolía de escuchar las gaviotas al amanecer, la vida ha
sido generosa conmigo y ahora son las urracas, algún jilguero, los gorriones,
pinzones, raitanes y un largo etcétera de trinos los que me dan los buenos
días.
Gracias a los grandes amigos y vecinos que
me ha regalado esta vida de neorural en la que soy feliz.
Sí, puedo afirmar rotundamente que si se
es de donde se pace yo me enorgullezco de sentirme un rumiante más de esta
manada o de este rebaño que somos en Peón.
Xurde
2 comentarios:
Muy rápido me está pasando el tiempo... marchaste y ya volviste al blog fae más de un añu. Dejé el hastaluego en el aire, de esos de "luego comento" y así se me pasaron dos años. Bienvenido y estoy de acuerdo en que el silencio como dices, hijo de las no prisas, es tan vital como el aire que respiramos. Un abrazu.
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